miércoles, 1 de febrero de 2012

Diagnóstico

Como la mayoría de los síntomas son inespecíficos, en general es imposible hacer un diagnóstico basándose sólo en ellos. Ante la presencia de alguno de los síntomas mencionados será necesario realizar pruebas para ver si hay una enfermedad responsable de los mismos. Éstas son algunas de ellas:

- examen físico: el médico palpa el abdomen para examinar el estado del hígado, el bazo y otros órganos en busca de cualquier posible cambio que haga pensar en la presencia de un tumor. Además, comprobará si hay ascitis (una acumulación de líquido), o signos de ictericia, con su característico color amarillo, propio de las afecciones hepáticas, y que se origina por la acumulación de pigmentos biliares en la sangre. Los tumores pequeños son difíciles de detectar mediante un examen físico porque las costillas derechas cubren la mayor parte del hígado.

- análisis de sangre: estas pruebas se realizan en busca de alfafetoproteína (AFP), cuyos niveles elevados pueden ser indicativos de la presencia de un tumor en el hígado. Entre el 50% y el 70% de las personascon un cáncer primario de hígado tiene altos niveles de AFP. Sin embargo, otros tumores como los de células germinales y, en algunos casos, los de estómago o páncreas también elevan esta sustancia. Por ello suelen emplearse además otros marcadores para determinar si el funcionamiento de este órgano es normal.

- escáner: mediante rayos X se realizan varis fotografías de la zona, hígado, vasos sanguíneos y otros órganos cercanos. A menudo se emplea previamente un tinte que deja ver claramente el hígado en las imágenes en busca de anomalías.

- ultrasonidos: esta técnica utiliza los ecos producidos por las ondas sonoras para emitir una imagen de los órganos internos (sonograma) que permite apreciar si hay alguna lesión en las paredes del hígado. Los tumores producen una reverberación distinta a los tejidos sanos que tiene su reflejo en la imagen. El paciente debe tumbarse en una camilla mientras el técnico mueve el transductor (el instrumento que emite las ondas sonoras) sobre el abdomen, previamente lubricado con un aceite o gel para ultrasonidos.

- resonancia magnética: Un ordenador traduce el patrón de ondas emitido por los tejidos del organismo en una imagen muy detallada de las partes del cuerpo que se quieran analizar. El detalle de esta técnica permite distinguir un tumor benigno de uno maligno. Para obtener la 'fotografía' el paciente es introducido en una estructura en forma de tubo que emite un sonido retumbante, que corresponde a la emisión de las ondas.

- angiograma: esta prueba requiere que el paciente ingrese en el hospital y reciba anestesia general, aunque muchas veces se practica sólo con sedación. El médico le administrará un tinte que permite ver los vasos sanguíneos del hígado en una imagen de rayos X. De esta manera se puede comprobar si existe algún nódulo en el órgano.

- biopsia: en ocasiones es necesario analizar una muestra de tejido bajo el microscopio para determinar la naturaleza de la lesión. Para ello el médico puede insertar una aguja directamente en el hígado (aguja de aspiración fina), mientras sigue el procedimiento desde el exterior mediante otras técnicas de imagen como el escáner computerizado (CT) o los ultrasonidos. Otras veces se elije una aguja más gruesa o bien se recurre a una laparoscopia, que consiste en la inserción de un pequeño tubo mediante una incisión practicada en el abdomen. Otra opción es la colangiopancreatografía (CPRE), que consiste en introducir un endoscopio por la boca hasta que llega al duodeno, donde desembocan las vías biliares.

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